Venezuela: Maduro, victorioso pero debilitado
La diferencia en los comicios entre Maduro
y Capriles fue menor de lo pronosticado
Las elecciones presidenciales en Venezuela ratificaron lo que ya se
sabía: que el país está polarizado, electoral mente separado en dos mitades
enfrentadas con fuerzas equiparables. Estos comicios dibujaron un nuevo cuadro
cuyo manejo será crucial para la estabilidad de la nación sudamericana.
La presidenta del Consejo
Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, Tibisay Lucena, proclamó este lunes a
Nicolás Maduro como presidente electo para el periodo 2013-2019, pese a que el
opositor Henrique Capriles exigió que se suspendiera la proclamación hasta que
se llevara a cabo un nuevo recuento de los sufragios.
En los seis meses trascurridos
desde la resonante victoria de Chávez frente a Capriles por una diferencia del
11%, el chavismo perdió casi 700.000 votos, la misma cantidad que ganó la
oposición en una transacción electoral que indica que el prestigio del líder
bolivariano y sus votos no eran directamente transferibles.Según los datos
"irreversibles" ofrecidos por el CNE el domingo, el heredero político
de Chávez, Nicolás Maduro, obtuvo el 50,06% de los votos frente al 49,07% de
Capriles.
El gobierno se topa ahora con el
nuevo panorama: la oposición envalentonada por una derrota que sabe a victoria
y la erosión del liderazgo que Maduro heredó de Chávez dentro del gubernamental
Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Dialogar para gobernar
Estas nuevas características de
la dinámica venezolana podrían forzar a los actores políticos a hacer algo que
casi no se ha hecho en estos 14 años de hegemonía revolucionaria: abrir un
diálogo que garantice la gobernabilidad.
Los opositores lograron un
notable e impensado avance en circunstancias extraordinarias, con una brevísima
campaña a la sombra de la memoria del líder desaparecido y bajo el efecto
emocional del funeral de Chávez.
Pero con el liderazgo nacional de
Capriles consolidado, el gobierno bolivariano tiene por primera vez un
interlocutor fuerte del lado de la oposición.
Además, la plataforma unitaria
opositora, la Mesa de la Unidad, obtuvo más votos que el gubernamental Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV), lo que lo convierte en posible germen de
una organización unitaria permanente al estilo de la Concertación de Chile, que
controló el poder tras la salida del general Augusto Pinochet.
"La revolución queda
eliminada porque tú no le puedes imponer a la mitad del país un modelo que
rechaza", dijo a BBC Mundo el exparlamentario opositor Juan José Molina,
quien hasta 2006 era partidario del proyecto político del presidente Chávez.
Para Molina, el "triunfo
pírrico" del gobierno obliga a Maduro "a no seguir excluyéndonos de
las decisiones importantes porque Henrique (Capriles) tiene un arma fundamental
en la que apoyarse que se llama pueblo".
"Si Maduro quiere llevar un
país por el camino de la democracia y del entendimiento tiene que sentarse con
la oposición para que lo ayude a dirigirlo. Si no, en menos de seis meses lo va
a tener 'embochinchado' (complicado)", considera Molina.
Sin embargo, ese respaldo
numérico no se refleja en la distribución de las cuotas de poder en las
instituciones venezolanas -como el Tribunal Supremo o la Asamblea Nacional y
hasta la crucial industria petrolera PDVSA- controladas por funcionarios
considerados cercanos al ejecutivo.
Gobernabilidad a futuro
El que la oposición ganara
700.000 votos, la misma cantidad que perdió el chavismo con una participación
similar a la de octubre, sugiere que por primera vez los votos del gobierno
migraron al otro sector.
Pero la actitud de Capriles de no
reconocer la victoria de Maduro y exigir un reconteo del 100% de las mesas, si
bien le gana apoyo y respeto entre los opositores, frustrados por la nueva
derrota, podría comprometer en lo inmediato la gobernabilidad del país.
Ya no se trataría sólo de
facciones que no dialogan, sino de sectores que además no se reconocen como
legítimos.
Son potencialmente perversos los
efectos de entrar en un largo proceso de revisión y eventual impugnación de
resultados electorales, algo que podría meter al país en un nuevo suspenso
agravando la parálisis vivida con los días finales del presidente Chávez.
En un país que en los últimos
tiempos ha estado esperando "desenlaces" para conocer su suerte
definitiva, ya Capriles pareció decretar una nueva etapa de provisionalidad con
ese "mientras tanto" que le endilgó como condición de arranque al
nuevo gobierno de Maduro.
Chavismo sacudido
Dentro del PSUV, su estrecha
victoria debilita la figura de Maduro como "heredero de Chávez" y
evidencia las limitaciones del campo "revolucionario" sin la figura
de su líder máximo.
"A nosotros nos corresponde
gobernar con el pueblo. Revisar y rectificar donde haya que hacerlo. Y cumplir
el Programa de la Patria" escribió en su cuenta Twitter el vicepresidente
Jorge Arreaza.
El exministro de comunicación
Andrés Izarra escribió en la misma red social: "Hoy tenemos patria. Se
impone una revisión y reinvención de la política en el campo revolucionario,
pero siempre en unidad".
Para Maduro eso podría traducirse
en un eventual cuestionamiento de su control sobre el aparato partidista y la
erosión de su liderazgo frente a otras facciones de poder.
Mucho se ha hablado del llamado
"sector militar", que encabezaría el presidente de la Asamblea
Nacional, Diosdado Cabello, y las aspiraciones de otros líderes de dirigir el
proyecto heredado de Chávez.
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